miércoles, 29 de diciembre de 2010

"La migra nos persigue. Pero la policía debería detener a los narcotraficantes. Nosotros defendemos la vida".

Migrante guatemalteco antes de subir a "la bestia", tren de carga donde la gente viaja de "trampa". Estación de Arriaga, Chiapas, México. Declaración a Telesur el 28 de diciembre de 2010.

lunes, 27 de diciembre de 2010

Nunca regresó

Es muy triste ver cuando un ser querido se va de tu lado para probar suerte y así tener un mejor futuro, se van llenos de sueños e ilusiones, con la esperanza de poder ver cristalizado esos sueños y así poder ayudar a su familia que se queda triste y llorando la ausencia del ser querido y preguntándose si pronto regresará o si lo volverán a mirar.
Yo recuerdo que cuando tenía diez años, un primo mío se vino de León, Guanajuato, para cruzar para el otro lado, mi primo solo tenía 14 años pero tenía el deseo de superarse y así también poder darle una mejor vida a su madre, ya que él era el más grande de la familia y se sentía con la responsabilidad de ayudar a mi tía, ya que no tenía papá.
Pero pasaron los meses y nunca mandó una carta, como se lo había prometido a su madre, y llegó el primer año y sin noticias de él y mi tía solo lloraba su ausencia y la pérdida de un hijo.
Hoy, han pasado 25 años desde que se fue y no regresó. Mi tía ha ido con personas que leen las cartas y siempre le dicen que él está muerto, que lo aventaron del tren y hasta hoy día mi tía sigue llorando por su hijo Ramón y eso me llena de tristeza porque él era mi familia.

María de Jesús Rangel Gazca, miembro del Taller de Creación Literaria del reclusorio el Cereso, Mexicali, México.

Datos alarmantes

Unos 500.000 inmigrantes intentan cada año cruzar México para llegar a Estados Unidos, gran parte de ellos mediante viajes clandestinos en trenes de carga, según la estatal Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) de México.

Se estima que unos 20.000 indocumentados son secuestrados cada año en territorio mexicano según un estudio realizado por la CNDH entre 2008 y 2009.

viernes, 10 de diciembre de 2010

XXIV

Me siento intimidada ante la belleza de estas mujeres de carnes apretadas. Yo jamás podría manejar esos tacones.
El ambiente del bar está a media luz, una pátina roja se expande.
En la mesa contigua, un hombre ha pagado una ficha para que Ella, cuerpo compacto, rostro moreno y esculpido, baile con él y tome cervezas con él.
Pasan largos los minutos, el mesero ha colocado sobre la mesa un balde de seis cervezas, carísimas, con las que el Hombre ha intentado comprar ‘tiempo con Ella’.
Pero Ella es caprichosa y va a irse con el que mejor le convenga. Porque tiene el poder de la belleza y las carne apretadas.
Entonces, destapará una cerveza, se hará la loca (o la suiza) y cambiará de cliente. Por qué. Porque le da la gana.
El Segundo Hombre ya la tiene entre las piernas, la toca, le habla al oído. En la mesa anterior, el Primer Hombre los mira. No son celos, creo. Pero sí, el orgullo, ese mezquino. Revisa su billetera, solo le quedan pocas monedas de diez pesos porque ordenó un balde de cervezas para intentar comprar ‘tiempo con Ella’. Pero Ella se fue con otro. Así podría resumirse La Historia de La Humanidad.
A pesar del panorama –patético- que tiene frente a sus ojos, el Primer Hombre sigue en su sitio. Eso sí, se queja varias veces con el mesero por la afrenta hecha, porque total, él ya pagó y la presa no respetó el trato.
Pero, al día de hoy, los patos (¡Ja!) le tiran a las escopetas y las presas son los verdaderos cazadores. Señores, esta es la ley del más fuerte, no se confundan.
Un amigo del Segundo Hombre abre una cerveza con los dientes y le escupe la corcholata en la cara al Primero.
El Primer Hombre continúa en su sitio, los ojos le brillan de rabia pero mantiene la postura.
Ella, La Hermosa, de pronto desaparece de esta escena. Mis ojos no la encuentran. Ni los ojos de ellos. Tal vez se fue con un Tercero. Es lo más probable.
El Primer Hombre se queda sentado, ha ido tomando sus cervezas –carísimas- de a poco.
El Segundo Hombre sigue platicando con su amigo. Al fondo, las ficheras bailan. Hay una que atrapa mi atención, luce un vestido blanco con estampado de un tigre de bengala. También es bella.
La pátina roja se extiende. Afuera, un hombre está de espaldas. Tiene una cicatriz de cuchillo, hinchada, que le atraviesa el cuello. No me mira.

El gato negro, Mexicali, 28 de agosto de 2010

 

Tijuana, 4 de octubre, Casa YMCA, uno de los albergues que recibe jóvenes entre 13 y 17 años que fueron deportados.

Descubrir que jóvenes menores de 13 años están bajo custodia del gobierno y que la mayoría fueron enviados al otro lado por la propia familia para trabajar o como venta, o sea, tráfico de personas. En la mayoría de los casos, vienen de Puebla, Guerrero, Oaxaca, Michoacán. La repatriación de esas personas es pagada por el gobierno estadounidense, sea por avión o en autobús, todos bajan en ciudades fronterizas: Tijuana, Mexicali, Nogales y Ciudad Juárez son las que más los reciben. Ya en territorio mexicano el apoyo para regresaren a sus casas viene, muchas veces, de los familiares que ya cruzaron.

El año de 2009, había más de 35 millones de hispanos indocumentados en territorio estadounidense. 12 millones de mexicanos. Con eso me pregunto: ¿Qué está haciendo el gobierno mexicano para cambiar eso? Nada. La cantidad de dólares enviados de EE.UU. a México es la segunda entrada económica mexicana, atrás solamente del petróleo.

Los índices de muertes están entre los 15 y 55 años. De sobrevivencia entre 12 y 35. Con la creación del Operativo Guardián, en 1994, hoy el índice de muertes llega a 5 mil por año, principalmente en lo que se llama el ‘corredor de la muerte’, en el desierto del Arizona. El estado de Guanajuato es el mayor “exportador” de migrantes, con 100 años de tradición. Allá la partida de un joven hacia el norte es como un ritual de iniciación en la vida adulta. En las escuelas, cuando un joven falta más de tres días las maestras consideran que no regresará más.

Para cruzar un migrante llega a pagar de $1200 hasta $8000. Puede ser por el desierto o en un coche con documentos falsos. Como la mayor parte viene de zonas rurales venden todo lo que tienen con la esperanza de llegar del otro lado. Como muchas veces eso no pasa,  los migrantes se encuentran en ciudades que no conocen, sin empleo y sin dinero. En sus ciudades también, sin casa, sin empleo y sin dinero. Muchos se involucran en el mencionado tráfico de personas, ya sea por la prostitución o por las drogas.

Ante eso, me encuentro con el trauma del tránsito: la muerte y el regreso. El gobierno mexicano no tiene un programa de prevención, tiene uno de emergencia. Por año el país pierde más de 500 mil personas que se van para el otro lado.
Para los que regresan hace falta una reinserción educacional y laboral, tampoco hay un programa para ellos.

En 2001, después del 11 de septiembre, el promedio de migrantes deportados fue de 30 diarios. En septiembre de ese año fueron solamente 57 personas deportadas en un único mes. En 2009 aproximadamente 35.600 personas fueron deportadas, entre ellas 4 mil jóvenes.

Poner en número, dimensionar el flujo de personas que ahora están en un tren, caminando en el desierto, en un camión para llegar a Nogales, mañana a las seis…


¿Pero qué hacen ustedes realmente?
Mary Galván, trabajadora social, a un grupo de artistas.


Todo está mejor que Acá. Pero la vida Allá no es fácil. Están sacando mucha gente por cualquier cosita. La dichosa green card ¿Por dónde se pasan? Por donde pueda uno. En el cerro, nos dieron por muertos. Yo creí que me regresarían a Puebla en un avión.

Mujeres deportadas platicando en el garage del albergue Madre Asunta, Tijuana, México.

Intenté pasar con un pasaporte, pero no era yo. Soy el segundo de cuatro hermanos. Sí, tuve miedo. Iba a trabajar en el campo, como todo. Gano 720 pesos a la semana. Los que me detuvieron me hablaban en inglés para que yo no entendiera. Ya no lo intentaré, se sufre mucho, los animales, el desierto, tener que esperar. Quisiera pasar sin tener que andar arriesgando la vida. Ni siquiera me imaginaba la frontera.

Ricardo Soto, 17 años, nacido en Maravatío, Michoacán.

250 personas trabajan en una fábrica de resistencias para televisiones. No hay mucho trabajo Aquí en Naco.

Mauricio, miembro de la Cruz Roja de Naco, Sonora, México.


 Arte y democracia ¡Ahora!

Pinta en un muro
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12 millones de indocumentados mexicanos viven en Estados Unidos.

La mayoría de personas que intentan migrar a Estados Unidos son hombres entre 12 y 35 años.

Por lo menos un migrante muere a diario, en su intento por llegar a Estados Unidos.

En la frontera, hay por lo menos de 450 a 500 tumbas anónimas contabilizadas desde 1994.

Hay 2700 maquilas en México, 1600 están en ciudad Juárez.

Dos millones de mexicanos salieron hacia EEUU entre el 2000 y el 2006.

El precio del “cruce” de la frontera a un coyote (traficante de personas) oscila entre 1200 y 8000 dólares.

300 personas son deportadas diariamente a Mexicali.

169 migrantes mexicanos murieron en el desierto de Arizona en el 2008.

182, en el 2009.

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“Los hombres intentan probar socialmente que son fuertes, es un rito de iniciación”.

“No hay prevención de la migración”.

Uriel González, coordinador de los albergues de la YMCA.





Este proyecto relata nuestra experiencia vital en la frontera de México con Estados Unidos, entre el 23 de agosto y el 23 de noviembre de 2010.
Así como los productos culturales generados de esta vivencia: fotografías, audiovisuales, diarios de viaje y fragmentos de una novela que se escribió en el camino.
Así mismo, incluimos testimonios de migrantes y estadísticas de la crisis humanitaria que ocurre en esta zona bajo la complicidad de los Estados involucrados y los ciudadanos indiferentes.
Somos Mauricio Esquivel, artista visual; Lauri García Dueñas, escritora, ambos de El Salvador  y Acácia Montagnolli, fotógrafa brasileña.
Hasta la línea, nos llevó una inquietud, el azar y el Programa de Residencias Iberoamericanas para Creadores de Iberoamérica y Haití en México impulsado por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.
“Ni siquiera imaginaba la frontera”, nos dijo Ricardo Soto, de 17 años, michoacano, mientras veía la tele en un albergue para menores migrantes de Agua Prieta, Sonora.
Tal vez nosotros no nos la imaginábamos tampoco, o la idea que teníamos no era ni siquiera el asomo de lo que vivimos. Ahora, tenemos que contárselas para terminar de dimensionar lo que en ella ocurre y lo que ella nos cambió.